Love in the City

translated by Esther Allen

     Times of gorge and rush are these:
Voices fly like light: lightning,
like a ship hurled upon dread quicksand,
plunges down the high rod, and in delicate craft
man, as if winged, cleaves the air.
And love, without splendor or mystery,
dies when newly born, of glut.
The city is a cage of dead doves
and avid hunters! If men’s bosoms
were to open and their torn flesh
fall to the earth, inside would be
nothing but a scatter of small, crushed fruit!

     Love happens in the street, standing in the dust
of saloons and public squares: the flower
dies the day it’s born. The trembling
virgin who would rather death
have her than some unknown youth;
the joy of trepidation; that feeling of heart
set free from chest; the ineffable
pleasure of deserving; the sweet alarm
of walking quick and straight
from your love’s home and breaking
into tears like a happy child;—
and that gazing of our love at the fire,
as roses slowly blush a deeper color,—
Bah, it’s all a sham! Who has the time
to be noble? Though like a golden
bowl or sumptuous painting
a genteel lady sits in the magnate’s home!

     But if you’re thirsty, reach out your arm,
and drain some passing cup!
The dirtied cup rolls to the dust, then,
and the expert taster—breast blotted
with invisible blood—goes happily,
crowned with myrtle, on his way!
Bodies are nothing now but trash,
pits and tatters! And souls
are not the tree’s lush fruit
down whose tender skin runs
sweet juice in time of ripeness,—
but fruit of the marketplace, ripened
by the hardened laborer’s brutal blows!

     It is an age of dry lips!
Of undreaming nights! Of life
crushed unripe! What is it that we lack,
without which there is no gladness? Like a startled
hare in the wild thicket of our breast,
fleeing, tremulous, from a gleeful hunter,
the spirit takes cover;
and Desire, on Fever’s arm,
beats the thicket, like the rich hunter.

     The city appals me! Full
of cups to be emptied, and empty cups!
I fear—ah me!—that this wine
may be poison, and sink its teeth,
vengeful imp, in my veins!
I thirst—but for a wine that none on earth
knows how to drink! I have not yet
endured enough to break through the wall
that keeps me, ah grief!, from my vineyard!
Take, oh squalid tasters
of humble human wines, these cups
from which, with no fear or pity,
you swill the lily’s juice!
Take them! I am honorable, and I am afraid!

 


Amor de Cuidad Grande

     De gorja son y rapidez los tiempos.
Corre cual luz la voz; en alta aguja,
Cual nave despeñada en sirte horrenda,
Húndese el rayo, y en ligera barca
El hombre, como alado, el aire hiende.
¡Así el amor, sin pompa ni misterio
Muere, apenas nacido, de saciado!
Jaula es la villa de palomas muertas
Y ávidos cazadores! Si los pechos
Se rompen de los hombres, y las carnes
Rotas por tierra ruedan, ¡no han de verse
Dentro más que frutillas estrujadas!

     Se ama de pie, en las calles, entre el polvo
De los salones y las plazas; muere
La flor que nace. Aquella virgen
Trémula que antes a la muerte daba
La mano pura que a ignorado mozo;
El goce de temer; aquel salirse
Del pecho el corazón; el inefable
Placer de merecer; el grato susto
De caminar de prisa en derechura
Del hogar de la amada, y a sus puertas
Como un niño feliz romper en llanto;—
Y aquel mirar, de nuestro amor al fuego,
Irse tiñendo de color las rosas,—
Ea, que son patrañas! Pues ¿quién tiene
tiempo de ser hidalgo? Bien que sienta,
Cual áureo vaso o lienzo suntuoso,
Dama gentil en casa de magnate!

     O si se tiene sed, se alarga el brazo
Y a la copa que pasa se la apura!
Luego, la copa turbia al polvo rueda,
Y el hábil catador—manchado el pecho
De una sangre invisible—sigue alegre
Coronado de mirtos, su camino!
No son los cuerpos ya sino desechos,
Y fosas, y jirones! Y las almas
No son como en el árbol fruta rica
En cuya blanda piel la almíbar dulce
En su sazón de madurez rebosa,—
Sino fruta de plaza que a brutales
Golpes el rudo labrador madura!

     ¡La edad es ésta de los labios secos!
De las noches sin sueño! ¡De la vida
Estrujada en agraz! Qué es lo que falta
Que la ventura falta? Como liebre
Azorada, el espíritu se esconde,
Trémulo huyendo al cazador que ríe,
Cual en soto selvoso, en nuestro pecho;
Y el deseo, de brazo de la fiebre,
Cual rico cazador recorre el soto.

     ¡Me espanta la ciudad! ¡Toda está llena
De copas por vaciar, o huecas copas!
¡Tengo miedo ¡ay de mí! de que este vino
Tósigo sea, y en mis venas luego
Cual duende vengador los dientes clave!
¡Tengo sed,—mas de un vino que en la tierra
No se sabe beber! ¡No he padecido
Bastante aún, para romper el muro
Que me aparta ¡oh dolor! de mi viñedo!
¡Tomad vosotros, catadores ruines
De vinillos humanos, esos vasos
Donde el jugo de lirio a grandes sorbos
Sin compasión y sin temor se bebe!
Tomad! Yo soy honrado, y tengo miedo!

From Selected Writings by José Martí, published by Penguin Classics, an imprint of Penguin Publishing Group, a division of Penguin Random House, LLC. Translation copyright and selection © 2002 by Esther Allen. This poem appeared in Poem-a-Day on October 11, 2020.