Llorona
All the public places I’ve cried:
airports, beaches, parking lots—
so many—waiting rooms,
parks, train platforms,
benches. Whose loss
is shed? The bluish distillate
in Rilke’s saucerless cup
was watered down with tears
to be more bearable.
In this morning’s coffee
tears dissolved like comets
into darkness. If I need a good cry
I watch that astronaut singing
“Major Tom,” playing his guitar.
Astronaut tears are Jell-O.
Even this physics makes my heart
confetti. You’re too emotional,
you said, as my eyes irrigated
the flower beds. In India, Colombia,
Chile, Japan, and the Philippines,
you can still hire a professional
mourner. Crying in public
ought to be easier. Designated
trees or hilltops might help.
Or an hour of tears,
when we can howl in unison
and then return to our
diluteness. I mean dailiness.
Crying is inevitable
when headlines read
like requiems. When
Cihuacoatl prophesied
the conquest of Mexico
all she could do was cry.
LLORONA
Todos los lugares públicos donde he llorado:
aeropuertos, playas, parqueaderos
—tantos— salas de espera,
parques, andenes de trenes,
bancos. ¿La pérdida de quién
se derrama? El destilado azul
en la taza sin platillo de Rilke
fue diluido con lágrimas
para ser más soportable.
En el café de esta mañana
mis lágrimas se disolvieron como cometas
en la oscuridad. Si necesito un buen llanto
miro a ese astronauta cantando
“Mayor Tom,” tocando su guitarra.
Las lágrimas de astronauta son gelatina.
Esta física hace de mi corazón
confeti. Eres demasiado emocional,
dijiste, mientras mis ojos irrigaban
las flores. En la India, Colombia,
Chile, Japón y Filipinas,
todavía puedes contratar a una plañidera
profesional. Llorar en público
debería ser más fácil. Designados
árboles o cimas de colinas podrían ayudar.
O una hora de lágrimas,
cuando podemos aullar al unísono
y luego volver a nuestra
diligencia, a lo diario.
El llanto es inevitable
cuando los titulares suenan
como réquiems. Cuando
Cihuacoatl profetizó
la conquista de México
lo único que podía hacer era llorar.